NACIMIENTO DE VALERIA
Tamara
Nunca antes de ser matrona me había planteado donde me gustaría parir, pero después de dos años de especialización y de trabajar en el ámbito hospitalario no tuve duda en que deseaba parir en mi casa, en mi ambiente, donde sabía que me sentiría más segura y junto con la persona más importante de mi vida, mi marido Javi.
¿Y por qué dar a luz en casa? Tanto Javi como yo considerábamos que sería la mejor bienvenida que podríamos dar a nuestra pequeña, era el lugar donde su vida había dado comienzo y nacería rodeada de amor, de intimidad, tranquilidad, sin prisas y en un entorno seguro, sin que nada ni nadie interviniese innecesariamente, nosotros seríamos los protagonistas del proceso.
Cada día que pasaba teníamos más clara la decisión y mi asistencia durante el embarazo a un curso de formación del parto en domicilio organizado por la asociación catalana de matronas motivó aún más nuestro deseo, Valeria nacería en casa, no existía duda alguna.
Nos pusimos en contacto con Silvia y fuimos a verla a Vitoria, nada más conocerla, supe que sería la persona que nos acompañaría, percibimos en ella algo tan especial y conectamos de tal manera que no dudamos en elegirla para que estuviese presente en el nacimiento de nuestra hija. Más adelante conocimos a David, otro matrón que nos acompañaría junto con Silvia, bella persona y gran profesional. Con cada visita que nos hacían en nuestra casa nos daban mayor confianza y fuerza, y mis ganas de vivir la experiencia crecían cada vez más. Deseaba sentirme empoderada y demostrar que las mujeres podemos parir sin necesidad de fármacos y de intervenciones médicas inapropiadas.
Leímos muchas historias de partos en casa, al igual que videos y comprobábamos la magia y el amor que existía en cada uno de ellos. Los dos estábamos muy concienciados de que queríamos vivir esta experiencia tan fascinante. Estaba convencida de que yo podía, al igual que podíamos todas.
Y llegó el gran día…
Ya han pasado 3 meses y es curioso que cada vez que pienso en ese día empieza a caerme la lagrimilla porque me da pena que algo tan maravilloso e intenso haya pasado tan rápido, repetiría la experiencia una y mil veces más. Ha sido una vivencia mágica y en la que Javi y yo nos enamoramos por segunda vez. Intentaré contaros la experiencia por escrito aunque me resulte muy difícil plasmar con palabras algo tan intenso y emocionante.
La tarde antes de nacer Valeria me empeñé en hacer un brownie, algo extraño en mí, ya que la cocina no es algo que se me dé especialmente bien… claramente era una señal de que algo empezaba a removerse en mí, además de la caída de algún pelo ese día, porque en todo el embarazo no me había caído ni uno. Hice el brownie pero no pude probarlo hasta la tarde siguiente debido al malestar digestivo que padecía esa noche (una señal más de que algo comenzaría pronto).
Todo comenzaba a las 5 de la mañana del día 10 de mayo, la sensación de “estar mojada” y un leve dolor “tipo regla” me hicieron despertar. Me levanté al baño para cerciorarme que era líquido amniótico y ver de paso su color, efectivamente había roto la bolsa. Regresé a la cama y Javi me preguntó que si pasaba algo, le dije que había roto la bolsa pero que lo mejor era que intentásemos dormir por si luego la cosa se alargaba. A los 5 minutos tuve una contracción más dolorosa y finalmente decidimos levantarnos y comenzar poco a poco a preparar todo para el gran momento.
Con toda tranquilidad yo me puse a desayunar y Javi a organizar un poco todo y acondicionar el ambiente. Sentía contracciones irregulares, eran dolorosas pero duraban poco tiempo, de momento. Me sentía bien, feliz con cada contracción que venía, ya que veía cada vez más cerca el momento de verle la carita a Valeria. Me movía rítmicamente, balanceaba las caderas como lo hacía en mis clases de danza oriental, esto favorecería que Valeria fuera encontrando el camino.
Decidí darme una ducha que me alivió bastante, estuve un buen rato, ya que me encontraba muy a gusto bajo el chorro de agua calentita.
A las 7 de la mañana escribí en el grupo de whatsapp que habíamos creado con las matronas, les comenté que había roto la bolsa y mis sensaciones de ese momento. Quedamos en avisarles cuando se animara un poco más la cosa.
Comencé a tener contracciones más frecuentes, cada 1 – 2 minutos, y me acosté de lado en el sofá, esto hizo que las contracciones se distanciasen lo que me permitía dormir entre una y otra. Cada vez que una contracción llegaba agarraba con fuerza la mano de Javi y recuerdo que me miraba y me decía: “estás preciosa, vas a poder con ello, eres una campeona, eres muy fuerte”. Me transmitía tanta seguridad y paz…le estaré eternamente agradecida, sin su apoyo esto no hubiese sido tan maravilloso.
Creo que llegado a este punto la oxitocina y las endorfinas me invadían de tal forma mi cuerpo que a partir de aquí mis recuerdos dejan de ser claros.
Javi había llenado ya la piscina, y decidí meterme en ella, me sentía muy bien bajo el agua al mismo tiempo que sonaba de fondo la música relajante que habíamos estado escuchando todo el embarazo pero unos 15 o 20 minutos después tuve que salir de la piscina, tenía muchísimo calor. Javi cada poco me animaba a beber agua para no deshidratarme.
Al salir de la piscina fui directa al baño ya que comencé a sentir ligera presión en el periné, me senté en la taza del wáter, ¡estaba comodísima! A continuación me acosté en el suelo del baño, que estaba fresquito, y cada vez que una contracción venía mi cuerpo me pedía colocarme en cuclillas, esto abriría mi pelvis para favorecer el viaje a nuestra pequeña. Javi intentó entrar para preguntarme como me encontraba pero le dije que quería estar sola, aislarme, en ese momento lo necesitaba, y así estaría unos 30 minutos, tirada en el suelo del baño con la luz apagada.
No sabría especificar cuanto tiempo estaría en una o en otra postura, ni como era mi respiración porque era mi cuerpo el que me guiaba y sabía cuál era la mejor posición en cada fase para abrirle paso a Valeria.
En los clásicos cursos de preparación al nacimiento, las matronas muchas veces orientamos a las mujeres sobre cuál es la mejor forma de respirar en cada fase del parto (3 o 4 tipos de respiración nada más y nada menos…), pero me he dado cuenta, por mi propia experiencia, que no es necesario, que el propio cuerpo nos va diciendo como respirar al igual que cómo moverse (esto no sería tan evidente en mujeres que se encuentren bajo los efectos de algún tipo de fármaco en el parto, ya que en este caso las hormonas endógenos se encontrarían inhibidas).
Alrededor de las 10 de la mañana Javi comentó a Silvia que las contracciones cada vez eran más dolorosas y de mayor duración, así que decidieron que era el momento de venir a nuestra casa, ya que tardarían 2 horas en llegar desde Vitoria.
Volví a meterme en la piscina, el agua ya no me resultaba tan caliente, y ahí me quedé, estaba en la gloria. Sentía como mi cuerpo necesitaba moverse, ahora gemía intensamente con cada contracción, me dejaba llevar por ellas y visualizaba como Valeria se iba acercando cada vez más a nosotros (o dicho de otro modo, como se alejaba más de mí). Qué sensación tan especial, indescriptible…
La presión en el periné era cada vez más intensa y comencé a sentir fuertes ganas de empujar, me autoexploré y pude tocar muy cerca la cabecita de nuestra pequeña, ¡no me lo podía creer! Estaba prácticamente en dilatación completa y empecé a empujar, eso me pedía el cuerpo y así lo hice.
Esperaba con ansia cada contracción, deseaba coger en brazos a mi pequeña, así que empujaba con fuerza mientras imaginaba como iba descendiendo su cuerpo.
Llegó el momento, sabía que no faltaba nada para tener a Valeria en mis brazos y también sabía que las matronas no llegarían a tiempo pero confiaba plenamente en que todo saldría bien. Me senté, ya que hasta ese momento había estado a 4 patas y pedí a Javi que se metiese conmigo en la piscina, le dije que se fijase en mi periné cuando empujaba, “¡Se le ven los pelos! –gritó él con ilusión.”
En ese instante pasó por mi cabeza todo lo vivido desde que el test de embarazo había dado positivo, faltaban escasos minutos para abrazar a nuestra niña, ¡lo habíamos conseguido!
Sentí el famoso aro de fuego, una sensación de calor intenso… ¡puff brutal! Pero Valeria ya estaba aquí. Empujé muy suavemente, salió su cabecita, empuje otro poco y salió el resto de su pequeño cuerpecito. Javi me ayudó a sacarla del agua y comenzó a llorar, ¡por fin tenía en brazos el mejor regalo de mi vida! Sus ojos me miraron con una intensidad y conexión tan fuerte que nunca olvidaré.
A los 20 minutos llegaron Silvia y David, sus caras mostraban alegría pero a la vez pena por no haber podido presenciar este regalo de la naturaleza tan maravilloso. El alumbramiento se produjo poco después y Valeria permaneció unida a la placenta más de una hora. Se cogió al pecho en los primeros 40 minutos tras el nacimiento, ¡qué sensación tan placentera!
Estuvimos en continuo contacto piel con piel las primeras 48 h, después de 9 meses unidas ambas deseábamos estar cerca, sus ojos me miraban con tanta ternura y amor que no dejaba ni un minuto de observarle, me parecía imposible tenerla ya en mis brazos y que algo tan pequeñito pudiera darnos una felicidad tan grande.
Tres meses después del parto, recuerdo el embarazo con mucha nostalgia, fueron 9 meses que a pesar de los cambios de humor, de dudas, incertidumbre…etc. fueron meses de auténtica felicidad que culminaron con una bienvenida al mundo increíble y verdaderamente emocionante y tras ello una crianza que está siendo muy enriquecedora, satisfactoria y siempre guiada por mi instinto como madre.
Por último dar las gracias a Silvia y a David por su magnífico trabajo, su entrega y su cariño mostrado. Gracias a mi familia y amigos por su apoyo ,respeto y sus mensajes de aliento ( a pesar de la distancia los teníamos en nuestro pensamiento) y sobre todo y especialmente GRACIAS A TI CARIÑO por tu amor, apoyo incondicional, paciencia, ayuda, por sentirte orgulloso de mi y de todas las personas que luchan por un parto respetado y por miles de cosas más y GRACIAS A TI, VALERIA por aportarnos tanta felicidad, por dar sentido a nuestras vidas, por enseñarnos tanto y por hacernos ver
que debemos de disfrutar cada día de la vida porque el tiempo pasa volando y no hemos de perderlo preocupándonos por motivos insignificantes.
“Hay quienes me han dicho alguna vez que el parto “es solamente unas horitas, no es tan importante”. Por el contrario, yo creo que es una bisagra en la vida de una mujer. Es el antes y el después. El punto máximo en el desarrollo biopsico-socio-sexual de esa mujer” (Raquel Schallman).
El nacimiento de Valeria ha significado un antes y un después tanto en mi persona como en mi profesión de matrona, sé que ya no volveré a ser la misma, pero también sé que el parto me ha dado fuerza y seguridad, y ha reafirmado mi convicción de que las mujeres podemos parir perfectamente sin la ayuda de fármacos y libre de intervenciones, solo necesitamos confiar en nosotras, en nuestro cuerpo y seguir nuestro instinto, dejarnos guiar por la naturaleza del proceso y no tener miedo. Un proceso de parto puede desviarse de la normalidad si se interviene sin motivo, por tanto tenemos que luchar por conseguir que la mujer vuelva a ser dueña de su parto, la principal protagonista, y hacer ver a las mujeres y a toda la sociedad la trascendencia que tiene el nacimiento y como puede influir positiva o negativamente en la personalidad futura de una persona. Yo deseaba vivir intensamente mi parto, y sí, es verdad que duele, pero ¿que significaría un parto sin dolor?, el dolor de parto no es igual a sufrimiento, es un dolor que permite a la mujer aislarse y concentrarse en su mundo, un dolor que hace que entre en funcionamiento un cóctel de hormonas que hacen que el parto fluya, protegen tanto a la madre como al bebe y les da una sensación de bienestar además de favorecer un vínculo amoroso entre ambos. Lamentablemente este cóctel hormonal se ve muchas veces alterado al interferir innecesariamente en la naturaleza propia de un parto, ya sea por el uso de fármacos para alivio del dolor, fármacos para acelerar el proceso u otras intervenciones.
Tamara
10/08/2016
Javi
Cuando me desperté el día 10 de mayo a las 05:00 de la madrugada sin saber aún donde estaba, ya sabía que todo empezaba. ” Javi, rompí la bolsa” me dijo mi mujer con muchísima tranquilidad.
Hicimos un amago de volver a dormir, pero las contracciones ya comenzaban a ser dolorosas y sin pensarlo dos veces me levanté a organizar todo para recibir a Valeria.
Estaba todo preparado como nosotros queríamos: nuestro hogar, nuestra música y también recuerdos (fotos de familia y amigos, detalles…) que queríamos tener presentes por si surgía algún momento de debilidad que nos darían aliento y ganas de continuar.
El ambiente era inmejorable, las contracciones eran irregulares pero dolorosas y Tamara utilizaba el movimiento como recurso. Eran las 07:00 cuando avisamos a nuestras matronas Silvia y David, quienes nos acompañarían en el nacimiento de Valeria. Les pusimos en situación, contracciones de 30, 40,50 segundos y cada vez más dolorosas pero Tamara consideraba que era pronto para que vinieran y quedamos en avisarles cuando fuese el momento propicio.
El agua de la piscina la relajaba y hacía que las contracciones fuesen más llevaderas.
En los minutos de tregua entre una y otra contracción, aprovechábamos para mirarnos fijamente y darnos fuerzas. La tranquilidad nunca se perdió gracias a que estábamos muy concienciados de lo que realmente queríamos: un parto íntimo, respetado y sin intervenciones innecesarias.
Las contracciones se hacían cada vez más frecuentes y dolorosas y duraban un minuto aproximadamente. Sin perder la calma, estar en todo momento a su entera disposición y sin romper ese silencio tan especial, llegó el momento de comentarles a Silvia y David que esto fluía rápido para que pusieran rumbo hacia nuestra casa.
Algo me decía que no llegarían a tiempo ya que tanto la cara como la actitud de Tamara habían dado un cambio evidente, sus movimientos y su respiración ahora eran diferentes ¿Estaba empujando? Le pregunté de cuanto estaba y me respondió sigilosamente…”métete conmigo en la piscina”.
Los tres éramos uno, empujando y respirando al mismo tiempo. Todo fue muy rápido,” Javi mira, ¿ves los pelos de su cabecita?”. “¡Si, veo los pelos! lo estás haciendo muy bien, Valeria tiene muchas ganas de verte” – le dije.
Siguiente pujo y Valeria enseñó la cabeza, otro pujo y Valeria ya estaba en su pecho. Momento que difícilmente podría explicarlo con palabras, aun así lo intentaré.
Tamara estaba en shock y yo estaba desbordado de felicidad por el nacimiento, pero sobre todo estaba asombrado de lo fuerte que puede llegar a ser una mujer, empoderada de su cuerpo y confiando en que todo saldría bien.
Rápidamente fuimos hacia el sofá, les cubrí para que no enfriasen y ahí estaban en contacto piel con piel, transmitiéndose calor mutuamente. Valeria intentaba trepar hacia el pecho para engancharse pero el cordón era algo corto y no llegaba bien. Unos 10 minutos más tarde aparecieron Silvia y David y pudieron ver una imagen de máxima felicidad, una experiencia maravillosa que pudo lograrse gracias a un ambiente íntimo y respetando totalmente la naturaleza de un parto.
En todo momento estuvimos en contacto con nuestras matronas y respaldados ante cualquier circunstancia que pudiera surgir. Saber que cuentas con profesionales de tal calibre fue de gran ayuda para que todo saliera a la perfección.
Cuarenta minutos más tarde salió la placenta, nos fuimos a la cama para inmortalizar todo lo que la naturaleza había hecho posible. Valeria se enganchó con fuerza al pecho y se mantuvo unida a la placenta más de una hora. Más tarde y lleno de felicidad corté el cordón de mi hija. No quería que se esto finalizase, disfrutaba mucho de cada cosa que estaba experimentando.
Para celebrar la llegada al mundo de nuestra pequeña brindamos con un batido de placenta y zumo de naranja, el mejor brindis de mi vida, sin duda alguna.
Hicimos una impresión de la placenta en un papel, es increíble que tenga la misma forma de un árbol, “el árbol de la vida”, luego la congelamos hasta que finalmente la plantamos un mes después bajo un precioso olivo.
Para finalizar me gustaría plasmar en estas línea lo orgulloso que soy de poder haber vivido esta experiencia con mi mujer y mi hija. Es lo más bonito que me paso en la vida y siento una envidia sana de no poder ser yo el protagonista principal, aunque de una manera o de otra también lo soy.
Gracias Tamara por enseñarme lo bonito que es un parto respetado, gracias por dejar que te acompañe en este gran viaje que seguimos recorriendo, gracias por tu tranquilidad, gracias por tu fuerza, por tu paciencia, pero sobre todo gracias por ser una gran madre.
Les agradezco a Silvia y a David todo lo que han hecho por nosotros y su gran profesionalidad, siempre les recordaremos. También agradecer a nuestras familias y amigos su apoyo que a pesar de no tenerles cerca, los tuvimos presentes en todo momento.
Javi
10/08/2016