NACIMIENTO DE EKHI
A continuación trataré de plasmar en papel como fue tú llegada a este mundo, lo que
sentí el día en que naciste. El día más intenso y especial de mi vida. Ahí va.
Todo comenzó la madrugada del 10 de Octubre de 2018, estando acostada en la
cama empecé a sentir unas suaves contracciones que iban y venían, algo me decía
que estabas cerca, poco después supe que no me equivocaba.
Como digo, estando acostada y tras varias horas con pequeñas molestias muy
similares a los dolores de regla, noté que algo dentro de mí se había roto. Supe
rápidamente que había “roto aguas”, avisé a Eder y fui directa al baño. En efecto, un
líquido acuoso sanguinolento resbalaba por mis piernas. Era claro, respiré y supe que
todo estaba dentro de la normalidad. Esto sucedió sobre las 06:00horas, tras romper la
bolsa comenzaron las contracciones a ser más intensas y dolorosas. El cuerpo me
pedía caminar, me pedía que respirara profundo en cada contracción y yo trataba de
escucharlo y hacerlo.
Tras pasar aproximadamente una hora esperando a ver como evolucionaba, avisamos
a Silvia sobre las 07:00horas. Tras valorar mi estado, quedamos en esperar un tiempo
más, hasta que a las 08:00horas se acercó por casa. Recuerdo estar por el pasillo,
caminando, parándome y balanceándome en cada contracción. Recuerdo su paz, su
calma. Aún estábamos al principio del viaje, pero la “fiesta” ya había comenzado.
Silvia vuelve a marcharse tras decidirlo entre todos, Eder y yo estamos tranquilos,
sabemos que aún no es necesario que se quede.
Las contracciones siguen, hay de todo, algunas largas, otras menos, pero recuerdo ya
la mayoría bastante intensas a lo que al dolor se refiere. Sigo caminando, hablo con
Eder, le explico lo que voy sintiendo, nos abrazamos. La casa está a oscuras, sin
apenas luz, así siento que debe de estar. Apenas hay una luz tenue de la lámpara de
pie del salón y algunas velas con olor a lavanda. La oscuridad me hace estar relajada
y concentrada en cada contracción.
Sobre las 10:30 llamamos a Silvia y a la media hora es cuando se presenta en casa ya
para quedarse. A su llegada recuerdo escuchar a Eder hablar con ella, poco a poco se
van acercando al baño y ahí es donde me encuentro yo. Estoy en la ducha, dejando
caer por mi cuerpo agua calentita que alivia el dolor y destensa la tensión de cada
contracción. Hablo con Silvia, le digo que son dolorosas y cada poco siento que vienen
una y otra vez. Mientras yo sigo en la ducha Eder y Silvia comienza a llenar la piscina
de partos.
Al terminar de llenar la piscina Silvia me pregunta si me apetece meterme en ella, a lo
que yo asiento. Salgo de la ducha, camino hasta la habitación y entro en la piscina.
Recuerdo bien ese momento. Al meterme sentí un alivio tremendo, recuerdo como el
agua caliente ayudó a reducir el dolor de las contracciones y me sentí muy cómoda,
allí sentada rodeada de agua, junto a Eder y Silvia (y nuestra perra Gara) que me
acompañaban desde fuera sin quitarme ojo.
Durante el tiempo que estuve en el agua recuerdo estar agotada, lo verbalicé varias
veces. Sentía que las contracciones eran muy seguidas y muy dolorosas. Venía una y
a nada otra, sin dejarme apenas descansar. Recuerdo a Silvia darme fuerza, aliviarme
el dolor haciendo presión entre mis caderas, dándome paz cada vez que decía que
todo estaba bien, que lo estaba haciendo bien.
Durante el tiempo que estuve dentro de la piscina, que no fue poco, llegó Bego (no
quiero olvidarme de ella). La segunda matrona que nos acompañó durante las horas
que pasaríamos de parto de ahí en adelante. Sigo en la piscina y recuerdo un dolor
característico que jamás había sentido hasta ese momento. Sentía que me rompía en
dos, un dolor fuerte en cada contracción que hacía que estuviera más cerca de mi
niño.
Tras pasar varias horas en la piscina Silvia me sugirió salir y caminar un rato para
ayudar a que el parto siguiera avanzando. Asentí y me ayudaron a salir del agua.
Estuve caminando poco rato, recuero que no me encontraba cómoda y volví al agua
otra vez, buscando en ella algo de alivio y descanso. Al rato Silvia vuelve a sugerirme
salir de la piscina y así lo hago, me anima a sentarme en el váter o en la silla de partos
pero no me encuentro cómoda, siento demasiada presión en la zona vaginal. El
cuerpo me pide que me incorpore y tras levantarme me pide agacharme, ponerme en
cuadrupedia. Tras varias contracciones me levanto, Silvia me sugiere tumbarme en la
cama para pujar pero ante mi negativa Eder coloca un pequeño colchón en el suelo
del salón con unos empapadores y ahí es donde me acuesto, recuerdo estar cómoda.
Comienzan los pujos con cada contracción, el dolor ya no está y da paso a una
presión importante en la zona vaginal. Recuerdo decirle a Silvia: “¡siento el aro de
fuego!” una presión y un calor característico del momento en el que me encontraba.
Tras varios pujos Silvia me animó a beber algo que me diera fuerza para los últimos.
Eder me acerco un zumo de piña, apenas tome un sorbo y volví a empujar. Poco
después de eso llegó al mundo mi bebe Ekhi. Silvia me lo puso en el pecho nada más
nacer. Llegó en un ambiente de paz, sin ruidos, sin luces fuertes, en un ambiente
cálido y respetuoso. Nació sin llorar, porque no hizo falta.
Tras sentirlo encima de mí, no pude hacer otra cosa más que llorar. Lloré de emoción,
de felicidad, de haberlo logrado, de que todo estaba bien. Fue algo indescriptible,
sobra decir que fue el día más emocionante y especial de mi vida.
Al poco de nacer Ekhi y con la placenta aún dentro de mí me incorporé y nos
sentamos en el sofá. Recuerdo alguna contracción dolorosa pero ahí seguía la
placenta. Mientras descansábamos no dejábamos de mirar a Ekhi, charlábamos
tranquilamente todos juntos, estábamos felices y ¡se notaba!
A la placenta le costó salir un tiempo pero al final y tras insistir un rato salió y dimos
por finalizado el parto con un super abrazo entre Silvia, Eder y yo misma (Bego se
marchó antes de que esto ocurriera).
Al final si no recuerdo mal, Silvia se marchó de casa sobre las 23:30 horas tras dejar
todo controlado en casa y una felicidad inmensa.
Este ha sido el relato del día de mi parto, podía haber dado para mucho más, en pocas
horas en ese día suceden muchas cosas y hay mil sentimientos y emociones, he
querido dejar reflejado al menos, lo mas relevante.
Para terminar me gustaría dar las gracias a Bego que a pesar de conocerla poco nos
acompañó durante el parto con el mismo respeto y cariño que Silvia. Recuerdo tus
palabras de ánimo cuando las contracciones “apretaban”. Cuando nació Ekhi lo
primero que dijiste fue “que bien lo has hecho” y también recuerdo cuando diste la
hora exacta del nacimiento “las 17:23horas”. Sigue así. Las mujeres necesitamos
profesionales como tú, con empatía y pasión por lo que hacen.
Gracias a Sílvia, a su profesionalidad, al respeto con que lo trata todo, al cariño y la
cercanía que tuvo en todo momento con nosotros. Como mujer me sentí respetada en
todo momento, dejó a mi cuerpo marcar sus ritmos dejándolo ser el protagonista del
parto. No hubo prisas, ni estrés ni intervenciones innecesarias.
Gracias a eso recuerdo el día de mi parto de una manera muy especial. Fue todo tal y
como lo habíamos previsto, como lo habíamos planeado. Pensar en ese día me trae
felicidad y mucha paz. Eso es gracias a ti Silvia, a tu trabajo y a tu esencia.
Gracias por estar a nuestro lado no solo el día del parto si no después, cuando
llegaron las grietas, la mastitis y las dudas. Gracias por hacernos también el
seguimiento del embarazo, en definitiva gracias por todo, por tu trabajo y tú buen
hacer, por tu cariño, por tu tiempo y tu dedicación. Gracias a ti nuestro bebe nació de
la manera más tranquila y respetada posible. Gracias a ti guardamos un recuerdo
precioso de ese día.
Si hay un segundo será contigo Silvia.
Gracias.
Aintzane-Eder-Ekhi-Gara